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El Apóstol de Cristo, Andrés, era hermano de Pedro pero a diferencia de éste,
eligió permanecer en castidad, abandonó todo lo que le sujetaba
al mundo y decidió unirse al Bautista como discípulo. Como nos narra
el Evangelio, cuando Andrés estuvo toda una tarde con el Maestro
quedó convencido que Jesús era el Mesías y se apresuró a su casa
y dijo a su hermano Simón: “¡Hemos encontrado al Mesías!”, y luego
lo condujo a Jesús. Siendo el primero en reconocer a Cristo y en
anunciarlo a Pedro. Andrés siguió al Salvador por los pueblos y
las villas, desiertos o montañas, de forma que pudo beber de las
profundidades del río de agua viva de sus palabras.
Por la intervención de Andrés el Señor multiplicó los panes. Fue
a Andrés a quien Felipe acudió cuando unos griegos le pidieron ver
a Jesús. Recibió la plenitud de la Gracia del Espíritu Santo en
Pentecostés y predicó el Evangelio alrededor del Mar Negro y en
Grecia. Enfrentó peligros y tribulaciones sinnúmero, enfermedades,
maltrato y toda clase de privaciones; pero el Espíritu Santo le
acompañó siempre y habló por su boca, obró milagros y curaciones,
y le dio paciencia y regocijo en sus pruebas. Este poder de Dios
en él le permitió conducir a multitudes a la fe, a iluminar sus
mentes por su prédica. Trajo almas a un segundo nacimiento a través
del Santo Bautismo; ordenó sacerdotes y consagró obispos, construyó
iglesias y organizó la alabanza a Dios dentro de ellas.
En Patras, Andrés sanó a la esposa del Procónsul de una enfermedad
incurable y la atrajo a la fe al igual que a muchos habitantes del
lugar. También convirtió al hermano del mismo procónsul, con lo
que los logros del Cristianismo en este territorio se hicieron muy
grandes y provocaron el enfurecimiento del gobernante quién hizo
arrestar al Apóstol. Días después el Santo fue sumariamente condenado
a ser crucificado cabeza abajo. Luego de tranquilizar a los amigos
que pedían su libertad, San Andrés bendijo por última vez y entregó
su alma a Dios.
En 357 las preciosas reliquias del Apóstol se llevaron de Patras a Constantinopla y colocadas junto con las de San Lucas y Tadeo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.
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