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30 de Noviembre : EL APÓSTOL ANDRÉS, EL PRIMER LLAMADO

El Apóstol de Cristo, Andrés, era hermano de Pedro pero a diferencia de éste, eligió permanecer en castidad, abandonó todo lo que le sujetaba al mundo y decidió unirse al Bautista como discípulo. Como nos narra el Evangelio, cuando Andrés estuvo toda una tarde con el Maestro quedó convencido que Jesús era el Mesías y se apresuró a su casa y dijo a su hermano Simón: “¡Hemos encontrado al Mesías!”, y luego lo condujo a Jesús. Siendo el primero en reconocer a Cristo y en anunciarlo a Pedro. Andrés siguió al Salvador por los pueblos y las villas, desiertos o montañas, de forma que pudo beber de las profundidades del río de agua viva de sus palabras.

Por la intervención de Andrés el Señor multiplicó los panes. Fue a Andrés a quien Felipe acudió cuando unos griegos le pidieron ver a Jesús. Recibió la plenitud de la Gracia del Espíritu Santo en Pentecostés y predicó el Evangelio alrededor del Mar Negro y en Grecia. Enfrentó peligros y tribulaciones sinnúmero, enfermedades, maltrato y toda clase de privaciones; pero el Espíritu Santo le acompañó siempre y habló por su boca, obró milagros y curaciones, y le dio paciencia y regocijo en sus pruebas. Este poder de Dios en él le permitió conducir a multitudes a la fe, a iluminar sus mentes por su prédica. Trajo almas a un segundo nacimiento a través del Santo Bautismo; ordenó sacerdotes y consagró obispos, construyó iglesias y organizó la alabanza a Dios dentro de ellas.

En Patras, Andrés sanó a la esposa del Procónsul de una enfermedad incurable y la atrajo a la fe al igual que a muchos habitantes del lugar. También convirtió al hermano del mismo procónsul, con lo que los logros del Cristianismo en este territorio se hicieron muy grandes y provocaron el enfurecimiento del gobernante quién hizo arrestar al Apóstol. Días después el Santo fue sumariamente condenado a ser crucificado cabeza abajo. Luego de tranquilizar a los amigos que pedían su libertad, San Andrés bendijo por última vez y entregó su alma a Dios.

En 357 las preciosas reliquias del Apóstol se llevaron de Patras a Constantinopla y colocadas junto con las de San Lucas y Tadeo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.