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1 de Octubre : EL SANTO CANTOR JUAN CUCUZELIS

Nuestro Santo Padre Juan naci� en Dyrrachium, (ahora Durres, Albania), a finales del siglo XIII. Su padre muri� cuando �l era a�n ni�o y su madre procur� que lo educaran los maestros m�s reconocidos. Sobresali� gracias a su voz angelical y se convirti� en el mejor cantor de la corte y favorito del emperador, el cual quer�a arreglarle un buen matrimonio. Sin embargo, en el fondo, el joven s�lo quer�a llevar una vida mon�stica.

Dios le dio una oportunidad cuando el abad de la Gran Lavra (monasterio) visit� la corte. Juan se present� ante �l sin precisar la �ndole de su trabajo en la corte. Despu�s de probarlo por algunos d�as, el abad lo visti� con un habito angelical y lo llev� con �l al Santo Monte. Le dieron la tarea de llevar las cabras a pastar en las monta�as.

Ah�, lejos de todo contacto humano, pasaba todo el d�a en oraci�n y dirigi�ndose a Dios en tonos tan dulces que los mismos animales dejaban de pastar s�lo para escucharlo.

Un d�a fue escuchado por un monje que qued� maravillado con su voz, y le habl� al abad sobre �l. Por ello, Juan fue obligado a decir exactamente qui�n era. Permiti�ndosele, entonces, quedarse en el Monte Athos, gracias a la intervenci�n del abad ante el emperador, quien lo hab�a buscado por todas partes. Se le ubic� cerca de la Lavra, en una celda dedicada a los Santos Arc�ngeles, donde viv�a en soledad por seis d�as de la semana regresando los domingos al monasterio para cantar en la Iglesia.

En el quinto s�bado de Cuaresma (cuando cantamos la alabanza a la Virgen) al levantar su voz de una manera digna de alabanza a la Santa Madre de Dios, ella se le apareci�, le dio una moneda de oro y le dijo: �Regoc�jate Juan, mi hijo, canta para mi y nunca te dejar�.� Despu�s la Santa Madre de Dios milagrosamente cur� sus piernas gangrenadas, afectadas por estar parado tanto tiempo en el coro. San Juan pas� el resto de su vida en arrepentimiento, ayuno y oraci�n continua. Supo de antemano el d�a de su muerte, as� que pudo reunir a todos los monjes, pedir su perd�n y que enterraran su cuerpo en su celda de los Santos Arc�ngeles. Sus composiciones musicales, que sobrevivieron en manuscritos, marcaron una etapa decisiva en el desarrollo de la m�sica eclesi�stica bizantina. Sus intercesiones sean con nosotros. Am�n.