LUZ QUE ILUMINA A TODOS


Al pasaje evangélico de hoy, lo podemos llamar “de la Luz”. En general, el Evangelio según San Juan sugiere la Luz como sinónimo de la Vida. En este sentido Cristo dijo: “Yo soy la Luz de mundo”, y cuando los fariseos se indignaron de su comentario, lo mostró con la acción que no deja duda alguna.

“...Escupió en la tierra e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego”, acción que trae a la memoria el relato bíblico sobre la Creación del hombre. Así como Dios con su aliento dio vida al polvo de la tierra, y de la nada trajo al hombre a la existencia, de la misma manera Cristo, al ciego cuyos ojos jamás conocieron la luz (ciego de nacimiento), se la otorgó con abundancia. En este milagro, Cristo no le devuelve una capacidad que había perdido previamente, sino que le otorga lo que le era inexistente: es la nueva creación.

«Vete y lávate en la piscina de Siloé», le dijo el Señor; él fue y se lavó allí, y cuando volvió veía claramente. En este recorrido, seguramente mucha gente lo vio, y así la obra del Señor fue predicada y verificada. Pero ante la autenticidad de este milagro –ya que el ciego era conocido por todos por ser limosnero- hubo varias reacciones:

  • Fariseísmo: reglas que cercan a Dios y no le permiten penetrar a la oscuridad de uno; Leyes que determinan al hombre y a Dios sus derechos y deberes; círculos viciosos de planteamientos y encerramiento que se concluyen así: “Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”
  • Apatía: Padres del ciego que resultaron los verdaderos ciegos. Su apatía, ingratitud y temor a que sean echados fuera del corriente, les impidió participar en la alegría del milagro. Prefirieron la seguridad de la tibieza a la aventura de estar en la Luz. “Edad tiene: pregúntenle.”
  • Agradecimiento: una profunda reacción que implica valentía, sacrificio (lo echaron fuera) y gratitud, pero que le lleva paulatinamente al conocimiento de la verdadera Luz: Curador, hombre de Dios, Profeta y, sobre todo, Hijo de Dios y Dios (Y se postró ante Él).
La Luz de Cristo ilumina a todos: ¿Cómo reaccionas, oh alma?