Cuando las mujeres venían hacia el sepulcro para embalsamar al Señor, se preguntaban entre sí:“¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?”; pero el Señor había salido del sepulcro. La Vida supera las limitaciones de la corruptibilidad.
En realidad, lo que constituye verdaderos obstáculos ante la Resurrección son los muros construidos por el hombre, muros que Dios no mueve, sino que está esperando que nosotros lo hagamos por propia voluntad, porque el divino amor implica libertad.
El primer muro consiste en reducir “la Resurrección” a unos ritos, es decir, que celebremos la Resurrección con servicios y cánticos, sin que estos ritos desintegren nada en nosotros. Cuando san Pablo se convirtió (Hechos 9), “cayeron de sus ojos unas como escamas”; y la adoración ha de tener esta función: romper los muros construidos por circunstancias, negligencia, olvido o pecados. Sin esta conversión la Vida quedará dormida en mi propio sepulcro.
El segundo muro es reducir la Resurrección a unas rutinas; cambiamos en la vida lo superficial: ropa, comida, relaciones..., y así probamos de la fiesta sus costumbres, las cuales, supuestamente, son colores que expresan la novedad de la vida; pero he aquí que estas expresiones huelen a muerte cuando las vaciamos de su esencia. Las costumbres tienen que reflejar en la vida cotidiana la luz del resucitado. Tal reflejo se manifiesta en la comunidad con visitas familiares o relaciones cariñosas; se manifiesta en nuestra ropa, como blancura y novedad del bautismo. Toda costumbre es bendita siempre y cuando forme una expresión de la nueva Vida.
El tercer muro es reducir la fiesta a memoria de un aconteciendo histórico, es decir, festejar la Resurrección que tuvo lugar hace casi 2000 años, como si estuviéramos recordando un héroe o una revolución. En el tropario de la Fiesta cantamos “Cristo resucitó de entre los muertos ... otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros”, el verbo “otorgando” en el griego, texto original, se refiere no a un momento en el pasado, sino a una continua acción hasta el presente: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, dijo Jesús a sus discípulos después de la Resurrección.
“¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?” Nosotros mismos somos quienes tenemos que retirar los muros del enfriamiento en la adoración, para obtener de ella la vida, en lugar de enterrar la vida en costumbres; tenemos que destruir la superficialidad de las fiestas, y el muro del tiempo para hacer de lo que sucedió en el pasado, un hecho de cada momento, y el criterio principal de nuestra vida.
¡Cristo ha resucitado!, y la vida ha surgido del sepulcro.
¡Cristo ha resucitado!, y nosotros hemos sido revivificados. Amén.