EJEMPLO DE ARREPENTIMIENTO

“Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.”

¡Cómo se parece la mentalidad del hijo menor a la nuestra!, pues muchas veces usamos frases como: “es mi vida, la paso a mi modo... hago lo que yo quiera y cuando quiera...”, y rechazamos ser obedientes en cualquier cosa como si la obediencia limitara nuestro ser; algunos llegan a decir: “y quienes son los Santos Padres para que me expliquen la Biblia; yo también tengo el Espíritu Santo que me enseña directamente.” Es la “libertad” que el joven de la parábola pide y que Dios da, pero no para que vayamos a un “país lejano” sino porque el amor paterno, aunque lo desea, no fuerza nuestra voluntad para quedarnos a la sombra del Cuidado Paterno.

La Iglesia, antes de que se inicie la Cuaresma, nos plantea esta parábola como un ejemplo de arrepentimiento de dicha rebeldía. Pues el arrepentimiento no consiste en contar pocas o muchas faltas que se han cometido –aunque este es un ejercicio necesario en nuestra vida espiritual- sino en cambiar el criterio o la filosofía de vida, y obtener lo que san Pablo denomina “el pensamiento de Cristo.” De hecho, la palabra arrepentimiento en griego es “Metanoia” (Metanoia) que literalmente significa cambiar la mente.

Este cambio lo podemos notar, en la parábola, en la diferencia entre “se marchó a un país lejano” y “Me levantaré, iré a mi padre.”

“Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió...” Pues aunque el hijo marchó hacia el padre, estaba todavía “lejos”, y el encuentro se hizo porque el padre “corrió”. Si el arrepentimiento es algo que comienza con una reacción nuestra “entrando en sí mismo”, no obstante es una Gracia de Dios, un rayo de luz que nos toca el corazón siempre y cuando lo busquemos.