LA VISIÓ DE DIOS

 

En el Evangelio de hoy Felipe le dijo a Natanael que "hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Ley, y también los Profetas…" Éste es Jesús. ¿Qué relación hay entre el pasaje evangélico de hoy y la fiesta de la Restauración de los santos Iconos que hoy celebramos?

Si observamos el tema de la discusión “Hemos encontrado a Cristo” y la frecuencia con la que aparece el verbo “ver” (siete veces), entenderemos cómo la Iglesia relaciona la lectura de hoy con los iconos: ¡Es un pasaje que santifica los ojos!

Ver a Dios ha sido siempre el deseo ardiente del hombre del Antiguo Testamento aunque este deseo no se le cumplía. Las revelaciones de Dios más claras en el Antiguo Testamento fueron a Moisés y a Elías. Cuando Moisés pidió ver la divina gloria, Dios le dijo: “Sucederá que cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado... Pero mi rostro no será visto.” (Éxodo 33). Elías, por su parte, nada más escuchó su voz (1 Reyes19). Es así como Dios comenzó a revelarse, cada vez más, hasta que llegó la plenitud de los tiempos.

En el Antiguo Testamento, Dios no fue visto sino que se reveló al hombre por medio de sus acciones, intervenciones y orientaciones en la historia de la salvación. Es por ello que los Diez Mandamientos prohibieron que se haga cualquier estatua o pintura de Dios, temiendo que el hombre pueda hacerse víctima de la idolatría. Pero con la Encarnación de Cristo, Dios se nos ha revelado en cuerpo; lo hemos visto, “lo hemos encontrado”; entonces, como dice san Juan Damasceno: “Esta prohibición no pertenece a la Iglesia del Nuevo Testamento, ya que Dios ha aceptado naturaleza humana y vivido en la tierra como hombre... Ya que el Invisible se hizo visible por su encarnación, pueden pintar a quien se ha visto: pueden pintar a mi Salvador, su nacimiento, pasión, crucifixión, resurrección...”

El icono es un instrumento que nos enlaza con Dios, a Quien olvidamos durante la mayor parte del día. El icono nos pone en la Presencia de Dios, y nos recuerda su llamado, “Estoy a la puerta y llamo” (Apo. 3,20). Entonces, ¿cómo no venerarlo, y exaltar su lugar en nuestra vida?

¡Ante Ti, oh santo Icono del Padre, Jesucristo, nos postramos en adoración!, pues “al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo servirás.”