JESÚS, ZAQUEO, SICÓMORO Y MUCHEDUMBRE


En el icono del pasaje que leemos hoy del evangelio según san Lucas, contemplamos cuatro componentes:
  • Zaqueo: el pecador que tiene anhelo para ver a Jesús, para ver a Aquél cuya Presencia ha de condenar su vida; un anhelo hacia lo que jamás ha experimentado; una curiosidad para ver al que cura las dolencias, al que se digna convivir con los pecadores y conoce lo oculto del corazón. Sin lugar a duda, este publicano huía siempre de las multitudes para evitar que sus actos saliesen a la luz; sin embargo, he aquí que comparece por propia iniciativa y, más aún, sobresalta su presencia, atraído por el anhelo que venció su orgullo y sus defectos: “era de pequeña estatura”.
  • El sicómoro: o podemos decir “el santo sicómoro” ya que este calificativo “santo” indica un modo de usar las cosas de nuestro mundo: todo lo que nos induce en la Presencia del Señor y nos une a Él es santo. Santa lectura, santos iconos, santa palabra, santa oración, santo templo... todos no son sino sicómoros que transforman el anhelo de Zaqueo en certeza de la Presencia del Señor, y en contemplación de su Rostro.
  • Jesús: mientras que Zaqueo sube al sicómoro para conocer a Jesús, resulta que el Señor lo conoce a él y le llama por su nombre: “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy Yo me quede en tu casa.” Como si lo estuviera esperando desde antes. El necesario esfuerzo que Zaqueo ofrece, le permite recibir la Gracia del Señor siempre otorgada. No es que cuando subió al árbol vio a Jesús, sino que también apreció que era conocido por Él desde siempre. La penitencia de Zaqueo consiste en reconocer que, con todo lo pecaminoso que es su vida, el Señor lo conoce y pide estar en su casa.
  • La muchedumbre que estaba presente murmuraban en su corazón en torno a Jesús: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.” Ellos, aunque estaban en contacto físico con Cristo, sin embargo, en sus juicios y pensamientos andaban lejos de Él. Y como no han querido tener el contacto personal que Zaqueo tuvo, seguirán murmurando a Dios, criticando sus decisiones, y excluyéndose a ellos mismos, de la salvación.
Separémonos de esta muchedumbre, y busquemos propios sicómoros que nos posibiliten ver que “Dios con nosotros está.”