Es muy importante prepararse para la comunión: “Quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.” (1Cor.11,27-29).
Reconciliación y comunión: La reconciliación con los hermanos es una condición principal para la participación de la Eucaristía. No es permitido participar del precioso Cuerpo y Sangre del Señor a quien está en disputa con otro: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano.” (Mt.5,23-24). Por eso en la Liturgia el diácono nos llama exclamando: “Amémonos los unos a los otros, para que confesemos de unánime acuerdo.” (la Divina Liturgia) Arrepentimiento y comunión: Comulga quien busca tener espíritu de humildad y arrepentimiento; así, hay que examinar la conciencia para que, quien ha resbalado o caído en un pecado grave, acuda al sacramento de la Confesión en donde, con la disciplina y conducción paternal del padre confesor y la divina Gracia que la Iglesia otorga por este mismo, pueda seguir creciendo en el camino de la virtud alimentándose con el Maná celestial. Ayuno y oración: El hombre se prepara a sí mismo, también, por el ayuno eucarístico, la oración y la lectura espiritual. El ayuno eucarístico es una tradición eclesiástica muy antigua, y se hace absteniéndose de comer y de beber desde la medianoche del día anterior. En caso de que la Divina Liturgia se haga por la noche, hay que abstenerse cinco horas antes de la misma. Modestia y prudencia en el vestir: Es muy importante que los fieles acudan a la Divina Liturgia desde su inicio. Los fieles, mujeres y hombres, guardan la modestia del vestido y apariencia; “que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de una alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios.” (1Ped.3,3-4).