Dogma

La Santidad y los Santos



¿Quién es “el santo”?

Si hoy hacemos referencia a un santo, la gente piensa automáticamente en un héroe de la fe difunto, quien complació a Dios y obtuvo así el poder de hacer milagros. Si se le confiere este título a alguien vivo se le da en sentido figurado alejando la gente de sí misma la vida de santidad, como si fuera un asunto que pertenece a los demás.

Los libros del Nuevo Testamento nombran a los seguidores de Cristo como fieles, discípulos, pero también los llaman “santos” (Hech 19:1; Fil 1:1; Ef 1:1, etc). Pues, llamar a los fieles “santos” es una expresión que indica al objeto de su vida y a la voluntad de Dios en ellos. La santidad es la presencia del único Santo en nosotros. “porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (2Cor. 6:16).

La veneración a los Santos

Los primeros venerados por los cristianos fueron los mártires. Sus restos se conservaban cuidadosamente como tesoros preciosos, no necesariamente por su poder milagroso sino porque estos fieles de Cristo lucharon la buena batalla e imitaron la muerte del Señor. Porque no es el mártir el que vive en sí mismo, sino que es Cristo quien vive en él (Gal. 2:20). Una ves libre la iglesia de las persecuciones, se empezó a venerar al coro entero de los Santos que aunque no habían derramado su sangre, día con día testimoniaban su vida en el evangelio, en Cristo, aniquilando sus propios deseos y pasiones y sólo deseando hacer la voluntad de su Señor.

La Intercesión de los Santos

El concepto de la Iglesia sobre este punto está conectado con su comprensión de la muerte. Los fieles desde los primeros tiempos han acostumbrado orar los unos por los otros pidiendo la intercesión de los justos “la oración ferviente del justo tiene mucho poder”. Si la Iglesia nos enseña a pedir los ruegos de los justos vivos, cuanto más nos alienta a pedir las intercesiones de aquellos que ya han sido coronados con la victoria de la santidad. Pues, su muerte no ha sido más que un paso hacia la Vida. En las catacumbas romanas de los primeros siglos se encuentran testimonios como las siguientes oraciones: “Noria, seas bienaventurada y ruega por nosotros” y “Pedro y Pablo, rueguen por Víctor”.

Con la irrupción de la Iglesia en el ámbito pagano, y la entrada masiva de gentiles a las filas del cristianismo, algunas veces, la veneración a los santos se exageró, llegando estos a tomar el lugar de los dioses paganos. Esta situación se tradujo en un distanciamiento entre la teología y adoración cristiana por un lado y por el otro las prácticas cultuales de algunos grupos. Mas la Iglesia siempre conservó la transparencia de los santos: son lunas que reflejan la luz del Sol verdadero. Y esto es lo que ha enseñado y enseña: los santos nos guían a Cristo.