7° Domingo de Mateo

Memoria de San Pantaleón

¡Oh Santo luchador,
Pantaleón, el sanador! Intercede al Piadoso Dios
para que otorgue la remisión de las iniquidades
a nuestras almas.

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 6

Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando Tu Cuerpo Purísimo;
sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

Tropario de San Pantaleón

Tono 4

¡Oh Santo luchador,
Pantaleón, el sanador! Intercede al Piadoso Dios
para que otorgue la remisión de las iniquidades
a nuestras almas.

Condaquio de la Transfiguración

Tono 7

Te transfiguraste en el monte, oh Cristo Dios,
y tus discípulos contemplaron tu Gloria según pudieron soportarla;
para que, cuando te viesen crucificado,
percibieran que tu Pasión fue voluntaria
y proclamaran al mundo que Tú eres verdaderamente el Resplandor del Padre.

Lecturas Bíblicas

Segunda Carta del Apostol San Pablo a Timoteo  (2:1-10)

Hijo mío, Timoteo: Mantente fuerte en la Gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, a instruir a otros. Soporta las fatigas como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enrede en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo.

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por Él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna.

 Evangelio según San Mateo (9: 27-35)

En aquel tiempo, al pasar Jesús, lo siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creen que puedo hacer eso?» Le respondieron: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en ustedes según su fe.» Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuiden que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. Salían ellos todavía cuando le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel.» Pero los fariseos decían: «Por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda dolencia y toda enfermedad.

Mensaje Pastoral

El milagro: ¿regla o excepción?

«Jamás se vio cosa igual en Israel.»

Jesús en la lectura evangélica de hoy cura a dos ciegos y luego a un mudo en un contexto de varias curaciones; la gente se maravilló por lo que estaba sucediendo, mientras los fariseos impíos atribuían las obras de Jesús a Satanás: «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Es un pasaje que nos estimula a pensar sobre «el milagro».

El milagro es el acontecimiento que supera la razón del hombre. Esta definición nos permite proponer tres fuentes posibles del milagro:

Es obvio que los fariseos, endurecidos de corazón, se equivocaron en su juicio sobre las obras de Jesús; pero en realidad, sí que «el príncipe de los demonios» es capaz de hacer cosas extraordinarias. El libro del Apocalipsis nos lo advierte: «Seduce a los habitantes de la tierra con las señales que le ha sido  concedido  obrar  al  servicio  de  la  Bestia»  (Ap 13:14). El mismo Señor señala que «surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos» (Mt 24:24). Esta advertencia no ha de atemorizar a los fieles, más bien, de guardarlos en la vigilia respecto a todo lo que se les expone, por más grandioso que sea. La práctica de la magia, lectura de cartas o del café entre otras cosas –que en su mayoría no son más que ilusión y engaño estúpidos–, deja espacio para influencia y dependencia satánicas; por lo que la santa Iglesia condena rotundamente estas prácticas. San Pablo considera a la hechicería como una de «las obras de la carne» (Gal 5:20). La magia, por más que logre adivinar con exactitud, su fin será la destrucción del hombre y su perdición lejos de Dios.

La capacidad del mismo hombre es también una fuente verídica del milagro. Lo que ayer era imposible, ahora ya no: el hombre llega a la luna, la comunicación es instantánea, y la medicina ha evolucionado asombrosamente. Además, las capacidades metafísicas de la mente humana no han sido explotadas más que en un porcentaje mínimo, dice la ciencia. En realidad, si bien el cristianismo anima y, aún más, inspira la creatividad humana a favor del bien del mundo, reprocha el egoísmo que pudiera ensuciar estos intentos, y la soberbia, la puerta más ancha que da entrada a la acción diabólica en la creación de Dios (el relato de Adán).

El milagro que viene de Dios es paralelo a la fe. En la lectura evangélica de hoy, Jesús pregunta a los dos ciegos: «¿Creen que puedo hacer eso?» Las señales del Señor, lejos de cualquier espectacularidad, requieren de fe y conducen a ella. Cada principiante de nosotros, con una contemplación sincera, puede concluir que el mundo está lleno de milagros de Dios: el orden del universo, las estrellas, la elegancia de la naturaleza, el nacimiento de un infante, la célula humana…; pero cada vez que se navegue más en el mar de la fe, el descubrimiento del milagro será más palpable y personal: la intervención benévola de Dios en la vida de «sus amigos» se vuelve un milagro constante, milagro que genera en el alma no nada más admiración sino también paz y devoción.

No pidamos al Señor señales, sino su Presencia «venga tu Reino». La bondad de su Presencia nos hará descubrir la definición cristiana del milagro:

«Todas las cosas obran en conjunto al bien de los que aman a Dios» (Rom 8:28).

Vida de Santos

San Pantaleón

27 de Julio

Un hombre cuya vida fue cuatro años más corta que la del Salvador a quien él sirvió; sus veinSan Panteleimontinueve años alcanzó suficientes logros en la ciencia y la religión que llenarían con su esplendor todo aquel siglo. Como el gran San Lucas del Nuevo Testamento, Pantaleón era doctor y se le recuerda con reverencia como “médico glorioso.“Pero diferencia de aquél, Pantaleón alcanzó la santidad no por su evangelización, sino por sus talentos como médico, pues sus esfuerzos en contra del sufrimiento, fueron aumentados gracias al poder divino. Pantaleón “el todo misericordioso” nació en el año 275 d.C en Nikomedia, Asia Menor; de padre pagano y madre cristiana. De su padre sacó el intelecto profundo; de su madre, la conciencia espiritual; cualidades que, primero, lo empujarían al reconocimiento, y después hacia la tragedia, en un lapso relativamente corto. De apariencia atractiva y porte noble, Pantaleón fue discípulo del médico más notable del Imperio, Eufrosinos. Al poco tiempo, su profundo conocimiento y habilidad para curar le atrajo la atención del emperador Maximiano, quien lo incorporó a su servicio personal y al de la corte. Aunque esto aumentó grandemente su fama, el joven médico continuó curando a la gente del pueblo. El piadoso cristiano Ermolaos, quien por su abierta promoción del Cristianismo era perseguido constantemente por el imperio, conoció a Pantaleón y alabó su habilidad médica, induciéndolo a que conociera “la curación proveniente de lo más Alto”. Después de una serie de encuentros, el médico vino a conocer su verdadera vocación cristiana, y a partir de entonces, como hombre de ciencia sus profesionalismo fue subordinado a su papel de seguidor de Cristo. Continuaba curando a sus pacientes, pero ahora en el nombre del Señor, es decir en nombre del mayor Médico de todos. Su poder de curación ya no era atribuible sólo a su habilidad como médico, sino también, a una intervención divina. Conforme creció su reputación, Pantaleón llego a ser conocido, más como un hombre de Dios que de ciencia, reconocimiento que provocó la ira y condena del emperador. Una vez apresado e interrogado, se le ofreció una última oportunidad de elección entre Cristo y los ídolos; su respuesta fue una reafirmación de su cristiandad. No todas las acciones diabólicas de los torturadores de Pantaleón son conocidas. Pero la historia nos narra que este noble cristiano y medico honorable, fue entre otras cosas, torturado en un estante, estirando sus miembros y quemado con velas. Después de estas experiencias horrorosas; fue arrojado primero, en un hoyo ardiente y después a una guarida de bestias. Cuando sobrevivió, los paganos se convencieron de que había una especie de poder sobrenatural protegiéndolo. Finalmente se decidieron por ahogarle, lanzándolo a un río profundo con una enorme piedra atada a su cuerpo. Cuando la piedra se mostró capaz de flotar, los torturadores exasperados sacaron a Pantaleón del agua y lo colocaron sobre el bloque de ejecución donde fue decapitado. En aquel tiempo se dijo que no fue sangre, sino leche, lo que fluyó de la dañada cabeza del mártir. Pantaleón dio su vida por Cristo el 27 de julio del año 304.

Sentencias de los Padres del Desierto

  • Dijo el abad Moisés: «Si el hombre no graba en su corazón que es pecador, Dios no le escucha». Y un hermano le preguntó: «¿Por qué es tan importante sentirse pecador?». Y el anciano le contestó: «Si uno tiene presentes sus pecados, no ve los pecados de su prójimo».
  • Dijo un anciano: «El hombre que tiene siempre presente su muerte, a todas horas vence el desaliento».
  • Dijo el abad Pastor: «En el Evangelio está escrito: “El que no tenga espada que venda su manto y compre una” (Lc. 22,36). Esto significa: “El que tenga paz que la deje y se prepare para la lucha”». Se refería a la lucha contra el diablo.

About the Author

Padre Juan R. Méndez ()

Compartir
Compartir