Despedida de la Dormición de la Madre de Dios

Apóstoles, reúnanse de todas las regiones,
acá en el pueblo de Getsemaní,
acuesten mi cuerpo; y Tú,
Dios mío e hijo, recibe mi alma.
                                                                                  Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 1

Cuando la piedra fue sellada por los judíos y
tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias,
resucitaste al tercer día, oh Salvador,
concediendo al mundo la vida. Por lo tanto,
los poderes celestiales clamaron a Ti:  Oh Dador de Vida,
Gloria a tu Resurrección, oh Cristo, gloria a tu Reino,
gloria a tu plan de salvación, oh Único, Amante de la humanidad.

Tropario de la Dormición

Tono 1

En el parto conservaste la virginidad y
en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios;
porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida. 
Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.

Condaquio de la Dormición

Tono 2

A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión,
la esperanza indesairable de quienes piden su protección,
no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte;
porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida
por Quien habitó en su seno conservándola siempre Virgen.

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (4: 9-16)

Hermanos: Pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Nosotros, necios por amor a Cristo; ustedes, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas ustedes, fuertes. Ustedes honrados; mas nosotros, despreciados. Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados, y andamos errantes. Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. Si nos difaman, rogamos. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la escoria del mundo y el desecho de todos.
No les escribo estas cosas para avergonzarlos, sino más bien para amonestarlos como a mis hijos queridos. Pues aunque hayan tenido miríadas de pedagogos en Cristo, no han tenido muchos padres: pues yo los engendré en Cristo Jesús, por medio del Evangelio. Les ruego, pues, que sean mis imitadores.

Evangelio según San Mateo (17: 14-22)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, arrodillándose ante Él, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo que es epiléptico y sufre demasiado, pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarlo.» Jesús respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo habré de soportarlos? ¡Tráiganmelo acá!» Jesús le increpó y el demonio salió de él, y quedó sano el niño desde aquel momento. Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?» Les respondió: «Por su poca fe, porque en verdad les digo, que si tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada les será imposible. Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración y el ayuno.» Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y al tercer día resucitará.»

Mensaje Pastoral

La “mostaza” de las obras y las “montañas” de la gracia

“Si tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: ‘Pásate de aquí allá,’ y se pasará; y nada les será imposible”

Homilía de Monseñor Pablo Yazigi, Arzobispo de Alepo

Parece ser que la expulsión del demonio del epiléptico, en el relato del Evangelio de hoy, es una piedra fundamental para revelar la profundidad de la fe o su carencia. Jesús mostró su insatisfacción, y explicó que la imposibilidad de expulsar a los demonios se debe a la “falta de fe”. También llamó a aquella generación “perversa e incrédula”. Tal fe que Jesús reprendió es incapaz de resolver los asuntos de la fe y sus problemas, tanto físicos como espirituales. Tal fe no satisface a Jesús, ni responde a las necesidades del ser humano, tampoco a sus cuestionamientos, y no puede ayudarlo. La pregunta que nos hacemos en este texto y que Jesús expresa en duros términos es: ¿Cuál es la verdad de la fe, no la que conocemos nosotros como generación incrédula, sino la que conoce Jesús?

La comparación de Jesús entre el grano de mostaza (la magnitud de la fe) y las montañas (la magnitud de las obras) revela una verdad profunda y la naturaleza de la fe de la cual habla el Señor. Si tuviéramos la fe del tamaño de un grano de mostaza, podríamos hacer obras de la magnitud de las montañas.

“El grano de mostaza” representa el tamaño de lo que podemos ofrecer, mientras que “las montañas” representan el tamaño de lo que el Señor puede realizar. La primera imagen se refiere a nuestra debilidad, mientras que la segunda se refiere a lo que Su Gracia hará en nosotros. La fe que Jesús quiere es la que se funda en la fe en la obra del Señor en nosotros. Es tal lo que el Apóstol Pablo le pidió al Señor que sacara el aguijón que tenía en la carne, y a lo cual el Señor le respondió: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (II Co 9:12). La verdadera fe es la fe que la Gracia del Señor actúa en nosotros, aun teniendo una fe y un anhelo que igualen a un grano de mostaza. La fe, pues, no es sólo una mera creencia, sino la fe en la persona de Jesucristo. ¡Tal fe es la fe de Pablo al decir que todo lo puede, pero en Cristo que lo fortalece (Cf. Fil 4:13)! En fin, la fe es unirse al Señor y poner en Él nuestra esperanza.

“La fe perversa” es creer en uno mismo o en creencias. Esta fe es inoperante y no satisface las necesidades humanas para la vida. La fe viva sabe que Dios es quien cumple todo y que “sin Él, nada podemos hacer” (Jn 15:5). La verdadera fe reconoce que somos seres humanos débiles, pero también creyentes fuertes. Somos, según las palabras del Apóstol Pablo, “un vaso para honra y otro para deshonra” (Rom 9:21). El ser humano es una vaso para honra cuando es “templo del Espíritu Santo” (I Co 6:19), mientras que es un vaso para la deshonra cuando carece de la Gracia. El ser humano se distingue entre todos los seres vivientes porque es el único que puede recibir la gracia divina, dirigirse al Eterno y cambiar en la fe en Él, puesto que “el justo por la fe vivirá” (Rom 1:17). La singularidad del ser humano consiste en que él puede “recibir” la gracia que viene de lo alto, por medio de su fe. La fe, aun siendo como un grano de mostaza, es el canal que capta la frecuencia del Espíritu que obra en nosotros las cosas buenas.

“Lo que es nacido de la carne, carne es” (Jn 3:6). ¿Qué puede hacer un ser viviente de cosas que están por encima de los asuntos del cuerpo y la sobrevivencia? Los seres vivientes se reproducen y mueren dentro de un tiempo determinado, en un circuito cerrado. Incluso el ser humano cuando se limita nada más que a las preocupaciones del mundo, no las puede superar. Agregará lo que llamamos civilizaciones y desarrollo, pero todo esto es del orden de lo creado, y todo va a volver a la tierra. Pero el ser humano es quien dignifica su humanidad y le da toda su dimensión cuando eleva su corazón y sus manos hacia el cielo y se convierte en un canal de la Gracia de Dios. Un grano de mostaza de las cosas de la carne engendrará un grano de mostaza, mientras que un grano de mostaza de fe mueve montañas, a causa de la Gracia divina que opera en él.

Por lo tanto, para finalizar, el ser humano verdadero no mueve montañas sino solo como “embajador de Cristo” (II Co 5:20) en el mundo. Se dirige al mundo no en su propio nombre, sino en nombre del Señor por quien todo lo puede, tal como lo hace un embajador en cualquier país. El ser humano alcanza la perfección sólo cuando lleva el honor de su misión; y quien lleva sobre sus hombros dicha misión con fe, la Gracia lo sostiene y el Señor guía sus pasos. Entonces, esta persona se vuelve un medio divino, una luz en el mundo, y un grano de mostaza que mueve montañas. La fuerza de este grano no proviene de sí mismo, sino de la fe que está en él. La persona creyente es una mano de Dios que opera en el mundo que necesita un grano de mostaza que pueda atraer el poder de la gracia divina hacia el mundo sediento. El creyente es aquel que exclama con el Apóstol Pablo en cada momento: “Porque no nos ha dado Dios un espíritu de temor, sino de poder, y de amor, y de templanza” (II Tim 1:7), es decir el espíritu del Hijo quien realiza todo por nosotros, mientras que Le entregamos ofrendas iguales en tamaño a un grano de mostaza para que Él pueda realizar por nosotros obras iguales en tamaño a montañas. Amén.

Nuestra Fe y Tradición

Lo que creemos sobre la Dormición

La Iglesia ha sostenido siempre que el cuerpo de María se vio libre de la corrupción, que su alma se reunió nuevamente con él y que la Virgen fue transportada al cielo, como símbolo único de la resurrección que espera a los hijos de Dios. La preservación de la corrupción y la Asunción de María son una consecuencia lógica de la pureza absoluta de la Madre de Dios. Su cuerpo no había sido nunca manchado por el pecado, había sido un templo santo e inmaculado, en el que había tomado carne el Verbo Eterno. Las manos de María habían vestido y alimentado en la tierra al Hijo de Dios, quien la había venerado y obedecido como madre. Lo que no sabemos con certeza es si la Virgen murió o no; la opinión más general es que sí murió, ya fuese en Éfeso o en Jerusalén. Aun en el caso de que la fiesta de hoy sólo conmemorase la Asunción del alma de María, su objeto seguiría siendo el mismo; porque, así como honramos la llegada del alma de los santos al cielo, así, y con mayor razón todavía, debemos regocijarnos y alabar a Dios el día en que la Madre de Jesucristo entró en posesión de la gloria que su Hijo le tenía preparada.

Vida de Santos

San Tadeo el Apóstol

21 de Agosto

El Apóstol era judío, de la ciudad de Edesa, de un profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras; peregrinó a Jerusalén en tiempo de Juan el Bautista. Al escuchar Tadeo la prediga del Precursor y viendo la vida angelical que llevaba, lo impresiono tanto que fue bautizado por Juan. Sin embargo, al oír la enseñanza y al ver los milagros de nuestro Señor Jesucristo lo siguió a él. Luego de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo regresó a su ciudad natal Edesa, curando a muchos de la lepra, e iluminando con la Palabra de la Verdad, construyo Iglesias en Siria llegando hasta Beirut. Tadeo también en Beirut con la gracia de Dios enseño el Evangelio y bautizó a muchos. Por último, entregó su espíritu a Dios de paz, después de que en su vida aplicara plenamente el mandato otorgado por Nuestro Señor Jesucristo a los Apóstoles: “Id, pues, y enseñad a todos las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que observen todo cuanto os he ordenado.” (Mateo 28:19)

 Frases Biblicas

  • Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. (Jn 6:54.)
  • Jesús le contestó: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá (Jn 11:25)
  • Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre, y el que cree en mí, jamás tendrá sed (Jn 6:35)

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Padre Juan R. Méndez ()

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