Arquidiócesis

El Patriarcado de Antioquía

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La ciudad de Antioquía se encuentra a 40 Km. al noroeste de la ciudad de Alepo en Siria, la ciudad hoy está en territorio turco. En la historia del cristianismo, Antioquía ha gozado de una importancia tan significativa que san Pablo la consideró como la puerta desde la cual salía a sus giras evangelizadoras; él, junto con el apóstol Bernabé, empezaron a predicar en Antioquía, y los Hechos de los Apóstoles nos informa que "en Antioquia fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de 'cristianos'" (Hechos 11, 26). Más aún, la tradición nos platica de que san Pedro se quedó en Antioquía ocho años para dar firmeza a la primera comunidad de esta importante ciudad, y luego partió a Roma donde alcanzaría el martirio.

Desde el año 1342, por los múltiples desafíos que la ciudad tuvo que enfrentar -sismos, cruzadas, musulmanes, otomanos...- la sede patriarcal fue trasladada a Damasco, la ciudad más importante de la arquidiócesis en aquel entonces y hasta hoy, pero el patriarcado conservó el título de "Antioquía", siendo uno de los cinco patriarcados más antiguos determinados por el Primer Concilio Ecuménico: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén.

El Santo Sínido de la Iglesia Ortodoxa Antioquena
Su beatitud, Patriarca Ignacio IV

 

La Iglesia Ortodoxa Antioquena es administrada por el sínodo local, que lo preside su Beatitud, el Patriarca Ignacio IV con sede en Damasco, y que se conforma de los Metropolitanos y obispos de todas las arquidiócesis que dependen del Patriarcado: 13 arquidiócesis en Siria, Líbano e Irak, y otros 7 que es encuentran en el mundo de la emigración a lo largo de las Américas, Europa y Australia.

La Catedral de san Jorge, en el Distrito Federal contiene la cátedra de su Eminencia, el arzobispo Antonio, reunidos alrededor del cual, en la Divina Eucaristía, actualizamos nuestra comunión con todas las iglesias locales ortodoxas del orbe; pues depender de la Iglesia Antioquena no nos separa de los demás iglesias ortodoxas, sino al contrario: confirma la unidad en la comunión y la autenticidad de la vida sacramental.